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En una noche clara, cuatro voces se reunieron en mi sueño.


El agua habló primero.

Su voz era un murmullo constante, como río que conoce su destino.

Aprende de mí —susurró—, que puedo ser brisa suave o fuerza que rompe montañas. Sé flexible, pero recuerda: la suavidad, con paciencia, también es poder.


La tierra esperó su turno.

Olía a raíces y a hogar.

Yo sostengo tus pasos —dijo—. No temas quedarte quieta cuando sea necesario. En la firmeza encontrarás tu equilibrio, y desde ahí podrás sostener a otros.


El aire llegó riendo, moviendo todo a su paso.

No te encierres. Viaja, observa, pregunta. La inteligencia es curiosa, y la valentía es atreverse a volar, incluso sin saber dónde aterrizarás.


El fuego apareció por último, encendiendo el horizonte.

No basta con soñar. Haz. El crecimiento es hijo de la acción. A veces tendrás que arder para renacer más fuerte.


Desperté con la certeza de que no debía elegir solo uno.

Todos vivían en mí.

En mis días de duda, bebo del agua y su paciencia.

Cuando me tambaleo, me arraigo en la tierra.

Si me falta claridad, dejo que el aire me traiga respuestas.

Y cuando llega la hora… enciendo el fuego.


Porque vivir es bailar con los elementos que nos habitan.

Y ese baile, cuando es auténtico, ilumina el mundo.



 
 
 

1 comentario

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Invitado
hace 3 días
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excelente

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